Silvana Melo: Los cien asesinos de David

David salió ese día, en una tibia mañana del barrio Ludueña. No podía imaginarse que la vida le estaba deshilando el final. David salió -dice Joaquín, que lo conocía del barrio a él y a tantos davides todavía vivos y anónimos-, “a chorear porque quería cosas: droga, zapatillas piolas, qué se yo, cosas”. Necesitaba cosas propias porque el sistema taladra las cabezas y asegura que sólo se logra identidad a través del consumo. Que sólo se es a través de la propiedad. De zapatillas, de celular o de lo que fuere.

Por eso “salió a dar miedo”, define Joaquín. “Salió y robó porque seguro sus amigos del barrio también lo hacen, porque la escuela que dejó no pudo ayudarlo a entender otra manera de vivir, porque ninguna organización barrial llegó a dar con él, porque de pibe vendía pañuelitos y se rompió los huevos de que lo echen de los bares, no sé, algún motivo permite en este universo que una persona desde que es un guachín pueda pensar que robar está bien”.

La chica tiene apenas tres años más que él. David, al paso rasante con la moto, le arrebató la cartera. Ella gritó a garganta partida. El bebé que llevaba en brazos lloró. Y el primer auto que pasaba se cruzó ante la moto. David cayó al pavimento.

Primero fueron dos, después cinco, a los pocos minutos veinte y se turnaban para pegarle, para patearle la cabeza, para tirarle trompadas en el estómago. Fueron cincuenta, ochenta, quién sabe. Gente de bien, buenos vecinos, solidarios entre sí. Gente preocupada por la inseguridad, llena de rejas, perros, alarmas, cámaras y muros con botellas rotas o alambres de seguridad o cercas eléctricas (“excelente sistema de seguridad perimetral que integra la detección y castigo con la estética”, sic de la publicidad empresarial).

Gente muerta de miedo. Que en patotas o en hordas -se quitan la racionalidad y la moral cristiana y la dejan dobladita en sus cajas de seguridad- le corajean a cualquier delincuente de alta peligrosidad como David, en el suelo, sin armas, tomándose la cabeza con las manos para que no le rompieran el cráneo hasta que no pudo más y se le abrieron las manos y los dedos y la cabeza en varias partes y todos seguían quitándose el odio y el estrés como si David fuera un puching ball, un pedazo de cuero que va y viene para aquí y para allá, donde descargar el peso de esta vida dura, donde sentir que se alivia cuando se quiebra un hueso o la marioneta del piso se vuelve una bolsa de papas que se desacomoda porque ya no es alguien sino un muñeco de trapo con la cabeza partida.

Gente muerta de miedo. Que participa de la falsa discusión del nuevo Código Penal. Como si una ley o dos o mil, por sí mismas, fueran a evitar que les arrebataran los bienes o que los muertos que mató el sistema se les vinieran encima más vivos que nunca, desde los fondos del arrabal, a exigir aquello que les pertenece. Y que les vienen robando desde los pasillos de la historia los funcionarios, los banqueros, los empresarios, los punteros, la policía, la gendarmería, los ministros de economía, los evasores de impuestos, los supermercados que remarcan, los sicarios del agronegocio, los pastores de la soja, los dioses del oro, la caliza, el cianuro y el agua envenenada. Aunque ninguno de ellos, los excedentes de la tierra, tiene perros para echarles encima ni muros electrificados para que flameen como banderas piratas antes de morir ni culos de botella clavados en las paredes para que se corten las manos. Ni juntan cien para tirarlos al piso y molerlos a palos y pulverizarles los riñones y dejarles la cabeza partida en dos.

Como a David. Que tardó tres días en morirse en el Hospital donde lo llevaron cuando alguien pudo rescatar la hilacha enrojecida en que lo habían convertido. Como si mil años no hubieran pasado en el mundo. Como si la justicia se redujera a la determinación primitiva de la venganza. El reo sin defensa exhibido en la picota, en el mejor de los casos. O su cabeza partida, como la de David, en el peor. Ante la multitud que aplaudía la venganza social hecha espectáculo público. En la plaza central o en la calle donde los transeúntes ciudadanos buenos vecinos asesinan a un chico de 18 años y lo exhiben estragado en el pavimento. Como si los rudimentos del Estado se hubieran diluido en las alcantarillas de la tele, que festeja un desecho menos, que arenga y multiplica; de las cárceles que destruyen, humillan, reproducen la violencia, se vuelven cómplices, dejan fugar y el delito es un negocio compartido. Y el Estado entonces deja que el monopolio de la fuerza pública que el pacto social depositó en sus instituciones desagüe un poquito para que la buena vecindad se alivie de tanta carga y deje salir el monstruo desaforado de la mano propia.

Y a David lo mataron. Era un ladrón. Un pibe que choreaba. Que salió “a dar miedo”, como dijo Joaquín, del barrio Ludueña. Al que seguramente no le dejaron alternativa. Lo cesantearon de la buena vida. Y lo depositaron del otro lado de la pared. Que tiene botellas rotas y alambre de seguridad y cerca eléctrica.

A él lo mataron 50 u 80 o 100 asesinos. Que fueron todos pero no fue nadie. Todos pusieron una trompada o el pie en la cabeza o en los riñones. Vaya a saber qué pie lo mató. Qué golpe le hizo asomar el cerebro por la cabeza partida. Qué suela le pisoteó el entendimiento para que la vida se le escurriera entre los dedos de uñas comidas que ya no podían retenerla. Fueron todos y no fue nadie. La vieja leyenda de Fuenteovejuna. La venganza primitiva. El reo arrojado al pueblo para que proceda. Solo, desarmado, tan chico, ni siquiera bien comido, seguramente. Solo. Desesperadamente solo debajo del odio.

El fiscal de Homicidios Florentino Malaponte todavía no encuentra a nadie a quien imputar en el crimen del barrio Azcuénaga. Y la policía evitó que lincharan a otro en el Barrio Echesortu también de Rosario.

No fue justicia por mano propia. Ni ajena. Fue un crimen atroz. Su impunidad –inexorable- será casi casi una legitimación.

La condena a muerte a la que fue sometido no resultó sumarísima porque David sobrevivió tres días. Y su familia decidió donar sus órganos.

La vida es, a veces, una llamita sutil que resiste, terca, a la peor tempestad.

 

Link original: http://www.argenpress.info/2014/03/los-cien-asesinos-de-david.html

Leave a comment

Filed under Blogroll

Emilio Marín: Ajustes justificados, sólo si empieza por los monopolios

Siguiendo una hoja de ruta discutible, el gobierno decidió aumentar las tarifas de gas y agua, luego de la devaluación. Paradójicamente, de la quita de subsidios están a salvo los monopolios industriales. Así no vale.

La presidenta de la Nación, el ministro de Economía y el de Planificación apuraron un trago amargo que tenían pendiente desde la devaluación del 23 de enero. Anunciaron una progresiva quita de subsidios a los usuarios de gas de todo el país y del agua en la región metropolitana.

Esto se llama ajuste o tarifazo, por más que Cristina Fernández, Axel Kicillof y Julio de Vido se esmeraran en usar subterfugios. En buena medida esta alza de dos de los servicios públicos es hija directa de la devaluación y fue advertida por la oposición de derecha y los críticos de izquierda. Estos sectores, unos en aval de la devaluación y otros en contra, pronosticaron que luego el gobierno iría por un aumento en aquellos servicios -todavía falta la luz- y en poner un tope a las paritarias.

Parecería que con el dólar a 8 pesos -no faltan los que quieren elevarlo a 10-, el gobierno va a alinear hacia arriba las tarifas de los servicios públicos y quiere poner un freno a los aumentos salariales.

En ese último cometido ha tenido más intenciones que logros alcanzados. El resultado de la justificada lucha docente en Buenos Aires, que está cerrándose con un aumento del 32 al 34 o más por ciento para los conducidos por Roberto Baradel y Mirta Petrocini, indica que fue perforado el tope del 22-25 por ciento planteado por el PEN y Daniel Scioli. Ese techo ahora se llueve.

Más agradable a los oídos kirchneristas sonaron los números de la paritaria metalúrgica, del 27,5 por ciento en dos cuotas, pero bajo cuerda hay otro ítem que llevaría la cuenta al 30. Y ya se sabe que el maquillaje de porcentajes, a la corta o a la larga termina despintándose para mostrar la cara verdadera. Lo ocurrido con el Imdec así lo demuestra; una cosa es el dibujo y otra la realidad.

Nadie puede negar que ciertas boletas están atrasadas y que hay muchos hogares de clase media y alta que pueden y deberían pagar más. También hay una gran injusticia, todavía no abordada en esta operación, pues las tarifas de luz en Córdoba son 350 por ciento más caras que las de Buenos Aires. Que eso se corrija, cuanto antes, traería un poco más de igualdad en un país todavía injusto en esta temática.

La UIA apoya

Sin embargo, la “filosofía” de equidad social de la que presume Kicillof tiene varios agujeros. Es que junto con De Vido sostuvo que lo que el Estado se ahorre con el ajuste irá a mayor inversión en infraestructura para las empresas de gas y, lo que sobre, para financiamiento extra de la Asignación Universal y el plan Progresar. Lo último sería justo y razonable, pero no así lo primero. ¿Por qué el Estado tiene que financiar obras de gas que operan empresas privadas? Si el argumento oficial se repitiera cuando bajen los subsidios eléctricos, la pregunta se reiterará: ¿por qué los argentinos en su conjunto deben aportar a la inversión de monopolios, cuyas ganancias son particulares? Para colmo, en esa hipótesis, los beneficiados seguirían siendo los peores del grado, Edenor y Edesur…

El paso en falso dado por el gobierno fue aprovechado por la oposición y los monopolios mediáticos. Los opositores, que comparten el ajuste de referencia pero lo quisieran más bárbaro, han combinado algunas palabras de aliento con muchas críticas a la improvisación y doble discurso presidencial. Los diarios, radios y TV de la opo, se han hecho una fiesta con grandes titulares negativos. “Sube hasta 284 por ciento la tarifa de gas y 406 por ciento la de agua”, fue el título de “La Nación” (28/3). Clarín no le fue en zaga y así el resto de la escudería.

Algunos opositores, más francos, reconocieron su coincidencia con el ajuste. El diputado del Frente Renovador, José I. de Mendiguren, coincidió con el gobierno en la decisión adoptada. Y en ese mismo sentido se pronunció el ex ministro de Economía y diputado de UNEN, Martín Lousteau. Dime quién te elogia y te diré qué metidas de pata estás haciendo en lo económico…

El presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Héctor Méndez, saludó el paquete de medidas. Esto no tiene dos lecturas sino una, inequívoca: los monopolios nucleados en aquella entidad están de acuerdo con la poda de subsidios porque supuestamente significará menor gasto público y pondrá un poco en caja el déficit fiscal. Estas fueron las prioridades de los industriales cuando apoyaron la devaluación de enero y se alarmaron por los reclamos de aumentos salariales, otro asunto donde ese empresariado top coincidió con CFK.

¿Y los monopolios?

El aumento de tarifas de gas y agua, no por tantas veces anunciado y luego postergado, deja de ser una decisión negativa por su impacto directo e indirecto en la población. Directo porque se tendrá que pagar más por el mismo servicio e indirecto porque esas alzas robustecerán los índices de inflación de abril y otros meses, lo que seguirá quitando capacidad adquisitiva a los salarios.

Más allá de los porcentajes máximos de los aumentos agitados por los medios opositores para meter miedo y hacer del ajuste doloroso algo monstruoso que no es, implicará un problema más para muchos argentinos menos favorecidos en sus ingresos. De todos modos, los anuncios puntualizaron que varios sectores no serán alcanzados, tales como jubilados que perciben la mínima, quienes cobran la AUH, etc. Como los exceptuados son de varios segmentos, no faltarán los partidarios del capitalismo salvaje que acusen al gobierno de quedarse a mitad de camino y de que le tiembla la mano. “Ya que ajustan, háganlo a fondo, lleguen hasta el hueso”, piensan en el fondo esos partidarios del neoliberalismo a ultranza; Massa o Macri lo harían mucho mejor, creen.

Como hay esas excepciones y contemplaciones se puede pensar que el ajuste, siendo negativo, no será el apocalipsis pronosticada por Clarín.

Llamativamente, ese monopolio y sus políticos amigos, no cuestionan lo que para el cronista es el meollo de la cuestión: los monopolios industriales quedan exceptuados de la quita de subsidios, cual si fueran un pobre abuelo que percibe la mínima de 2.400 pesos.

Lo dijo con todas las letras la presidenta en Olivos: “se va a mantener la totalidad del subsidio a la industria, para que siga siendo competitiva en el mercado interno y externo. Esto es para todos, para los pequeños, los medianos y hasta para los monopólicos”.

No quedaron dudas de la política pro-monopolios del gobierno en esta etapa de giro no progresista. Esas palabras fueron dichas en el mismo acto donde Cristina Fernández inauguró por video-conferencia una planta de colada continua de Techint en Terniun-Siderar de San Nicolás, la que en tiempos menemistas se apropió por centavos de Somisa.

Los sectores populares pueden quejarse de la suba del gas y el agua, y en el corto plazo de la luz, pero en última instancia podrían hacer un sacrificio y pagar más. Pero no lo pueden hacer de buena gana, sobre todo cuando escuchan a la jefa de Estado decir que ellos deben pagar más y Paolo Rocca, dueño de Techint, seguirá recibiendo la totalidad de los subsidios. ¿Acaso los necesita el principal grupo beneficiado por el auge de la construcción generado por el Procrear, según denunció en su momento Kicillof?

Cobrarle un poco más los servicios públicos a los que menos tienen, cobrarles bastante más a las capas medias y ricas, y dejar las cosas como están, beneficiando a los monopolios, no parece ser una política de inclusión social y equidad como la que vino pregonando el kirchnerismo.

¿Papa malvinero?

A despecho de esos giros hacia la diestra del gobierno en política interna, en materia internacional hubo dos buenas iniciativas.

La presidenta denunció el doble estándar de las potencias, especialmente Estados Unidos, que desconocen el referendo en Crimea, favorable a la unión con Rusia, y en simultáneo festejan los plebiscitos de los kelpers con apoyo británico en Malvinas.

En consecuencia la representante ante la ONU, Marita Perceval, se abstuvo en la votación de la Asamblea General donde Washington logró armar una mayoría condenando a Vladimir Putin. Esta marcha de la cancillería fue contradictoria, porque en la reunión anterior del Consejo de Seguridad Perceval había sufragado junto a EE.UU. en contra del referendo en Crimea. Lo importante es que al final, con la abstención, se tuvo una posición digna.

El otro asunto, de mayor interés aún para Argentina, es que esta semana se conmemorará el día de Malvinas. Y el gobierno viene sumando esfuerzos para que el 2 de abril se expresen todas las fuerzas amigas en favor de la soberanía. Con esa misión fue Daniel Filmus al Vaticano para interesar a Francisco en alguna gestión, sobre todo teniendo en cuenta que el 3 de abril recibirá a la reina Isabel.

Toda gestión que se haga para sumar voces por Malvinas está justificada, aunque es improbable que el Pontífice diga algo que pueda molestar a aquella reina.

¿Por qué no debatir la posibilidad de nacionalizar Shell hasta que Londres acepte sentarse a la mesa de negociación? Se lo atribuyen a Sarmiento: “la letra, con sangre, entra”. A las palabras, en cambio, se las lleva la bruma británica.

Leave a comment

Filed under Blogroll

Vicky Peláez: México en las garras de los globalizadores

Pueblos libres, recordad esta máxima. Podemos adquirir la libertad, pero nunca se recupera una vez que se pierde (Jean Jacques Rousseau, 1712-1778).

Había una vez un país llamado México, soberano e independiente orgulloso de su pasado y de sus tradiciones ancestrales que mantenía con recelo durante varios siglos a pesar de que, según Octavio Paz, cada período histórico era una meseta separada de las otras por medio de altas montañas y profundos abismos.

Su pueblo aprendió a escalar las montañas y construir puentes sobre los abismos. Sin embargo, más de dos siglos atrás los Estados Unidos por una voluntad del destino se convirtió en su vecino del Norte.

Pasaron apenas 59 años de la fundación de los Estados Unidos cuando el famoso estudioso francés, Alexis Tocqueville escribió en su libro “La Democracia en América” (1835-1840) que donde la bota norteamericana pisaba el suelo en México, se quedaba allí para siempre. Y así había sucedido, no solamente usando la fuerza brutal, sino también empleando el servicio de Mamón, el diablo del dinero cuyo arte de persuasión y seducción había logrado a corromper a muchos gobernantes de turno. De allí surgió el famoso dicho popular que enfatiza que “la tragedia de México es estar tan lejos del cielo y tan cerca de los Estados Unidos”.

Poco a poco este vecino del Norte presionaba cada vez más sus tenazas económicas y financieras alrededor de México obligando a sus líderes ceder su riqueza natural. Por supuesto había excepciones, como la revolución mexicana de 1910 y la nacionalización de las reservas minerales y de combustibles decretada por el presidente Lázaro Cárdenas en 1938.

Los Estados Unidos anunciaron en seguida las represalias contra el gobierno de Lázaro Cárdenas, declarando un embargo comercial y la Tesorería norteamericana dejó de adquirir petróleo y plata en México. Once años después durante la presidencia de Miguel Alemán (1946-1952) hubo intentos de reprivatizar las empresas petroleras pero este proceso fue parado por un texto de la Constitución de 1960 que establecía en referencia al crudo “no otorgar concesiones ni contratos, ni subsistirán los que hayan otorgado”. Sin embargo, en los años 1980, durante el gobierno de José López Portillo (1976-1982) y Miguel de la Madrid (1982-1988) los Estados Unidos logró imponer a México el Consenso de Washington lanzando al país a las garras de los neoliberales. Durante la presidencia de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) por Estados Unidos, Canadá y México que actualmente está cumpliendo 20 años.

Por supuesto, la prensa globalizada internacional y nacional está empeñada en presentar estos 20 años como el mejor período en el desarrollo socio económico de México en su historia republicana. Lo que están haciendo los escribanos globalizados es tapar el sol con un dedo. La realidad es completamente diferente. A pesar de la asociación de México con su vecino del Norte, la pobreza no da signos de disminuir. Actualmente de los 107 millones de mexicanos, 55 millones se encuentran en un deplorable estado de pobreza e insalubridad. El sueldo mínimo en México es uno de los más bajos en América Latina- 147 dólares al mes, mientras que en Uruguay es 300, Chile-372 y en Argentina es 475 dólares mensuales.

Durante casi dos siglos, los terratenientes locales habían anhelado desmantelar las comunidades campesinas (los ejidos) y desarticular la unidad familiar en el campo para apoderarse de la tierra de las comunidades sin poder nunca lograrlo. El NAFTA facilitó esta tarea dejando sin tierra a más de dos millones de campesinos que tuvieron que emprender su éxodo masivo a la ciudad. A la vez el gobierno eliminó las empresas estatales de regulación que operaban en este sector de la economía que favoreció a las empresas trasnacionales subsidiarias de las corporaciones estadounidenses. Estos complejos agroindustriales absorbieron una mayor porción del mercado interno.

El más perjudicado por el tratado ha sido maíz, el cultivo más importante en cuanto al volumen de producción, número de productores y superficie sembrada, tomando en cuenta también que es el alimento básico de toda la población. Ahora México está obligado a importar el 30 por ciento del maíz para su consumo, de acuerdo a la estadística oficial. Por supuesto que en la vida real las cifras son más altas. Y no puede ser de otra manera porque son las comercializadoras transnacionales: Cargill, Corn Products International, Archer Daniels, Minsa, Maseca, Arancia, Midland están controlando el mercado de maíz en México. Los pequeños productores de este cultivo que hace 20 años aportaban más de la mitad de la producción nacional, prácticamente desaparecieron y con ellos se acabó la soberanía alimentaria.

En estas dos décadas desaparecieron también más de 300,000 unidades ganaderas, el hato disminuyó el 30 por ciento y el consumo per cápita de carne de res mostró una disminución en los últimos siete años del 12 por ciento bajando a 15 kilogramos. Actualmente la balanza comercial agroalimentaria es deficitaria en más de 45 mil millones de dólares. Lo que más exporta México son tomates, aguacate, frutas tropicales, cerveza, tequila, productos en manos de un puñado de las trasnacionales y lo que importa son productos de la canasta familiar: maíz, carne, leche, arroz, trigo que también están en manos de las corporaciones como Bimbo, Lala, Maseca etc. El 76 por ciento de las exportaciones mexicanas van hacia Estados Unidos y el 80 por ciento de importaciones también provienen de Norteamérica, lo que hace muy vulnerable la economía nacional a los procesos que atraviesa el mercado norteamericano.

La reciente reforma de hidrocarburos aprobada por el Senado puso también en subasta las grandes reservas petroleras de México lo que hace 20 años planificaron los creadores norteamericanos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). Desde hace tiempo el Wilson Center de Washington estaba tratando de convencer a los líderes mexicanos de reformar el Artículo 27 de la Constitución para aumentar la competitividad de la industria petrolera nacional. Y finalmente los globalizadores lograron su objetivo cuando hace poco el presidente Enrique Peña Nieto eliminó de un plumazo este artículo de la Constitución que dice que “tratándose del petróleo o de minerales radioactivas no se otorgan concesiones ni contratos y la Nación llevará a cabo la explotación de estos productos”. Con esta firma se autorizó el saqueo del petróleo mexicano, siendo su empresa estatal Pemex el quinto productor mundial de petróleo y el quinto exportador que tiene reservas probadas de crudo de 14,000 millones de barriles y 13,000 millones de barriles de lutitas además de poseer 545 mil millones de pies cúbicos de gas natural.

En esta lista de los llamados “logros” del NAFTA en México no se puede omitir el incremento alarmante del tráfico de droga y de la delincuencia. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la guerra contra el crimen organizado durante el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012) dejó un saldo de 121,683 muertes violentas. Hace pocos días el director del Instituto para la Seguridad y la democracia (INSYDE), Ernesto López Portillo alertó que de mantenerse el ritmo de muertes violentas registradas en el actual gobierno de Enrique Peña Nieto, al término de su gestión la cifra podría superar casi en 50 por ciento de las registradas en el sexenio de Felipe Calderón.

Actualmente México es uno de los más importantes productores en el mundo de marihuana y de las drogas sintéticas. Se considera el segundo productor de marihuana con capacidad de 10,000 toneladas al año mientras que Estados Unidos elabora 15,000 toneladas. A la vez México es un importante punto de tránsito de cocaína proveniente de Colombia, Bolivia y Perú hacia Estados Unidos Se calcula que se produce al año 1,000 toneladas de cocaína de las cuales unas 700 toneladas son trasladadas a Norteamérica. Un negocio redondo que aporta no menos de 500 mil millones de dólares al año. El dinero lo compra todo, pues “con dinero baila el perro y con oro dueño y todo” reza un refrán popular. Esto explica la existencia de numerosos carteles de narcotráfico que tienen a su disposición cerca de 100,000 hombres armados, la mayoría de los cuales son menores de 30 años de edad. Entre los carteles más famosos se destacan: Cartel Juárez, Cartel Sinaloa, Cartel del Golfo, Cartel de Tijuana, Los Zetas, Cartel del Poniente, Los Rojos, La Corona, Caballeros Templarios y algunos otros poco conocidos. Todos estos grupos se dedican también a extorsiones y secuestros, en los cuales México es solamente superado por Nigeria.

Ahora resulta, según el informe “La Guerra secreta de la DEA en México” de la periodista Doris Gómora publicado el 6 de enero pasado en el periódico mexicano El Universal, que hace más de 20 años “los agentes de la Agencia Antidrogas de los Estados Unidos (DEA) y fiscales del Departamento de Justicia negociaron en secreto, en territorio mexicano, con miembros de carteles de narcotráfico para obtener la información de organizaciones rivales, situación que incrementó la violencia en todo el país”. Es decir actuaban siguiendo las pautas de la táctica “divide y reina”. Documentos judiciales indican que el gobierno de Norteamérica “conocía y autorizó las reuniones, así como las negociaciones con miembros de carteles mexicanos, especialmente con el de Sinaloa para obtener la información de sus rivales, y con ella se lograron aseguramientos de cargamentos, así como detenciones, lo que detonó la violencia en México durante el sexenio de Vicente Fox y el de Felipe Calderón”.

Recién ahora se supo que más de 60 agentes de la DEA, otros tantos de la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE) y no se sabe cuántos fiscales fueron autorizados por el gobierno estadounidense para actuar libremente y con plena impunidad en México, esto avalado por los gobiernos de turno locales. Solamente con el Cartel de Sinaloa hubo más de 50 encuentros oficiales de los que se sabe. Según la investigación, se sabe que a cambio de la información, los agentes de la DEA permitían hacer su negocio a los narcos de ese cartel e inclusive les avisaban sobre las operaciones que se preparaban por sus colegas mexicanos contra ellos. En el 2012 el Departamento de Justicia autorizó la “Operación Rápido y Furioso” durante la cual cerca de 1,400 armas fueron transferidas al Cartel de Sinaloa. Ahora resulta que no fue el único el trasiego de armas desde Estados Unidos a México. Entre 2006 y 2007, Washington condujo otro operativo similar llamado “Receptor Abierto”.

Frente a la violencia desatada en el país por los miles de sicarios y de secuaces de los carteles que están infiltrados en todos los niveles de las instituciones gubernamentales y frente a la impotencia de lo que el periodista mexicano Guillermo Almeyra llama “el semiestado” mexicano, los habitantes de México central, especialmente en Michoacán, Guerrero y Oaxaca crearon los grupos de autodefensa. En una entrevista que se divulgó en YouTube, el consejero general del Consejo Ciudadano de Autodefensa de Tepalcatepec, Michoacán, José Manuel Mireles Valverde reveló los motivos que obligaron a los habitantes armarse para defenderse de los embates del crimen organizado ante la omisión de las autoridades.

Contó este médico cirujano, que la violencia se desató hace 12 años cuando se apoderaron de la región los sicarios de Los Zetas. Después llegó La Familia Michoacana que ofreció la protección contra Los Zetas. Al escindirse La Familia, surgieron Los Caballeros Templarios que hace cinco años comenzaron a cobrar cuotas, derecho de piso e incluso permiso para vivir. Cada negocio, cada casa, cada profesional tenían que pagar al cartel. Hasta los niños desde el jardín infantil hasta la escuela preparatoria debían pagar 20 pesos cada lunes. Después, como lo enfatizó Mireles Valverde, empezaron a molestar a la familia. “Tocaban la puerta y decían: me gusta mucho tu mujer, ahorita te la traigo”. En 2012 abusaron a 14 niñas de 11 y 12 años de edad, relató.

´´Entonces los habitantes de la zona decidieron organizarse y armarse, haciendo toda esta labor sigilosamente para que no se enterasen tanto las autoridades como los mafiosos y el 24 de febrero pasado la ciudadanía se levantó contra Los Caballeros Templarios. Pero cuando después de detener y desarmar a los sicarios y los llevaban a los cuarteles del ejército o a las dependencias de la Policía Judicial Federal, el mismo día todos los mafiosos estaban libres. Al entrar el ejército en Michoacán, las autoridades trataron de desarmar no a los sicarios sino a los miembros de Autodefensa. Ahora el gobierno anuncia las capturas de los cabecillas del cartel mientras todos saben que hace tiempo ellos abandonaron la zona dejando en su reemplazo a sus segundones`.

Esta es la realidad que está viviendo México, cuyo “semiestado” perdió toda la fuerza y entregó el poder al capital de las transnacionales en estos 20 años como el resultado del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). El próximo febrero durante la reunión conmemorando el 20 aniversario del tratado, se discutiría la inclusión de América Central en el NAFTA. Según uno de los creadores de esta asociación político-comercial, el ministro de Asuntos Exteriores de Canadá, John Baird, el NAFTA ha sido un “éxito indiscutible”. Ya saben los centroamericanos que “éxito” les espera.

 

Fuente original: ARGENPRESS http://www.argenpress.info/2014/01/mexico-en-las-garras-de-los.html?utm_source=feedburner&utm_medium=twitter&utm_campaign=Feed%3A+Argenpressinfo-PrensaArgentinaParaTodoElMundo+%28ARGENPRESS.info+-+Prensa+argentina+para+todo+el+mundo%29

Leave a comment

Filed under Blogroll

Eleutheria Lekona: Alan Turing, el perdonado de la sociedad

Solo el pensamiento que se hace violencia a sí mismo es lo suficientemente duro para triturar los mitos.

Max Horkheimer y Theodor W. Adorno

Hace escasos días el gobierno británico concedió el perdón a Alan Turing después de haberlo obligado a la castración química y haberlo sometido a aislamiento por su homosexualismo; este último hecho es probablemente lo que terminó por moverlo a suicidio hace sesenta años si es que esa hipótesis no es descartable. Alan Turing es quizá una de las figuras más importantes de la computación teórica y de la historia de la computación contemporánea. Esbozó en su «máquina universal de Turing» los principios teóricos, las prescripciones y reglas que debe satisfacer un algoritmo para decidir si es Turing-computable; es decir, para definir cuándo un problema expresable en lenguaje natural es soluble por medios computacionales. Para ello definió una función recursiva que debía probar si un conjunto de entradas llamadas los inputs del sistema eran capaces de generar una solución —llamada el output del sistema— toda vez que fuesen procesados por la máquina universal bajo el supuesto de que podemos identificar una función recursiva a una máquina de Turing. Ahora bien, la máquina universal de Turing constaba de una banda infinita dividida en celdas susceptibles de almacenar un símbolo y de una cabeza lectora-escritora que avanzaba linealmente por la cinta procesando los símbolos de cada una de las celdas, o bien reescribiéndoles; de este mecanismo elemental se deduce la importancia de esta máquina teórica pues define por otra parte los elementos constitutivos de una computadora. La prueba de Turing aquí descrita define además uno de los teoremas más importantes en teoría de la computación y se le conoce con el nombre de The Halting Problem. Lo que resumo en este pie de página puede consultarse con más detalle en textos como «Teoría de la Computación y Lenguajes formales» de Brookshear o en «Introducción a la teoría de la computación (autómatas y lenguajes formales). Notas de clase» de Elisa Viso. O en fin, en algún manual sobre Teoría de la Computación o en Wikipedia misma. 

El perdón a Alan Turing

En esta historia, siento menos estupor ante las acciones discriminatorias del gobierno británico contra Alan Turing hace sesenta años (pues me pregunto si no vale la pena dejarle el género como prejuicio a quienes necesitan asumirlo como algo más que un llano descriptor) que perplejidad ante la simpleza con que un gobierno se limpia de sus errores con sus propios condenados, como en las mejores épocas del fascismo, pero con las técnicas más modernas del tecnofascismo y sus medios electrónicos. Es decir, me pregunto si en esos indultos que otorga la autoridad a sus perdonados —en este caso, en el perdón a Alan Mathison Turing— no hay en el fondo el mismo gesto despótico con que se aprisiona a sus perseguidos. Pues mientras que Turing queda convertido por un lado en el mártir de una sociedad puritana y estúpida, ocurre por el otro que en el registro histórico de la corona británica es ella misma quien se levanta contra sus propios errores y decide reconocerlos con bombo y platillo —porque difícilmente el gobierno británico habría dicho no a la solicitud de una sociedad orgullosa de practicar valores democráticos si, como ocurre, esa sociedad es la sociedad del gobierno británico—, y entonces perdona a Alan Turing por una injusticia pasada. Y quizá nosotros, que no debemos ser críticos sino regocijarnos por todo —porque no se puede ser crítico y regocijarse al mismo tiempo; es más, porque ser crítico supone ya una incapacidad para el regocijo— no nos quede más que gritar ¡albricias! Turing consiguió el perdón. [1]

Por lo demás, simpatizo a plenitud con el gesto político de ese listado de 37 mil personas que incluyen al físico Stephen Hawking y creo que deben sentirse muy complacidos con el edicto. Es una pequeña victoria si se lo ve desde esta perspectiva. No ironizo.

Cierro con una reflexión que probablemente parecerá muy radical pero la deslizo así: como suave reflexión, como acto que invita a pensar:

Perdón y suicidio se identifican en una sociedad que no aprende a aprender sin infligir dolor al otro, en una sociedad —o en un grupo minúsculo de ella, con tristeza— que se arroga la gracia de la indulgencia. El suicidio no es tanto la condición de quien se sabe libre sino el lamento de quien se sabe abandonado. Ningún perdón resucitará a Turing aun si «limpia» su nombre (¿de qué?) y ninguna sociedad debiera someterse al patético espectáculo de solicitar a sus opresores su perdón. En este caso, haríamos más construyendo un memorial a nuestros y nuestras Alan Turing caídos, y reproduciendo sus relatos en nuestros textos, que solicitando perdones o reconocimientos.

Nota:

[1] Asumiendo la acepción corriente de «crítica» que no necesariamente coincide con su acepción filosófica.

 Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=178819

Leave a comment

Filed under Blogroll

Alberto Pinzón Sánchez: Israel, Egipto y Colombia

Los ejércitos de estos tres estratégicos países, en su respectivo orden, son los más grandes beneficiados de la inversión militar exterior del gobierno de los Estados Unidos, y esta sobre-determinación obliga a que cualquier análisis del desenvolvimiento dialéctico de sus contradicciones internas, tenga que ser leído o interpretado, siempre, en clave geo-estratégica: Lo externo se ha sobreimpuesto en estos países al desarrollo de lo interno. Ya no es posible entender el complejo problema geoestratégico del Estado Israelí en el cercano Oriente, sin la presencia del complejo militar- Industrial y financiero de los Estados Unidos, en donde juega un papel fundamental el llamado “Lobby Judío de New York”.

Y si no se utiliza la clave geoestratégica, tampoco es entendible lo que está pasando en Egipto, en donde tres fuerzas al cual más reaccionarias y sanguinarias se están disputando a muerte la llamada revolución egipcia: 1-El ejército egipcio construido con esmero durante décadas por el US Army, 2- La Hermandad Musulmana y 3- El liberalismo laico pro- Yanki.

¿Por qué habría de ser Colombia una excepción, cuando el Gobierno de los Estados Unidos ha invertido más tiempo y talvez más dinero que en Egipto, en el entrenamiento, sostenimiento y puesta en marcha de la pavorosa máquina militar de 500 mil hombres armados que se llaman Fuerzas militares de Colombia?

Si no se tiene la clave geo-estratégica, no es posible entender por ejemplo el golpe arrasador que el Presidente JM Santos dio a la cúpula militar colombiana el 13.08 2012, ante la presencia directa en Bogotá del Vicepresidente de los Estados Unidos, John Kerry.

Presencia efectiva y todo poderosa, que hizo imposible que el chafarote y energúmeno Mantilla, con su segundón León Riaño (además de los otros héroes de la patria que salieron como perros por la puerta de atrás) reaccionaran dándole un golpe militar a JM Santos, tal como lo venían preparando con asesoría de Uribe Vélez, para destruir el proceso de paz que se adelanta en la Habana.

Como se dice en castellano colombiano: Si Kerry no hubiera estado ese día en Bogotá, otro gallo hubiera cantado en ese gallinero. Pero estaba allí para dar todo el apoyo político y militar necesario a su cliente JM Santos y eso, es lo que importa. Las Fuerzas militares no se dividieron, ni se convirtieran en el “árbitro” de la riña entre los antiguos socios Uribe Vélez y JM Santos. Ascendieron sustitutos sumisos a Santos cuyos nombres fueron dados por los asesores militares norteamericanos que conocen bien a sus pares colombianos; la guerra contrainsurgente contra el “enemigo interno comunista” continúa con sus 9 bases norteamericanas que controlan y amenazan toda la Región Andino amazónica y, se prepara una exhibición de colmillos a la “expansionista y chavista Nicaragua” para que no se le vaya ocurrir darle entrada en sus aguas del Caribe a los chinos de la RP China. Lo dicho: la geo-estrategia externa ha decidido la situación interna colombiana a favor de JM Santos y su posible reeleción. Uribe ha sido mutilado de una buena parte de su brazo armado legal.

Pero como siempre hay un pero, otros elementos han entrado en juego. Me refiero primero, a la inercia de los sumisos militares “ascendidos” quienes siguen con su gastado plan llamado ridículamente “ Espada de Honor”, consistente en No dar combate terrestre como en Arauca donde les eliminaron toda una fuerza, sino en matar individualmente por vía aérea, algunos descuidados jefes de escuadra o de columnas guerrilleras (que inmediatamente son remplazados) dizque como mecanismo mediático para debilitar a las organizaciones guerrillas y obligarlas a firmar su rendición en la Habana; cuando de sobra saben que lo que ellos llaman en su argot militar ”la recomposición de las guerrillas” radica en su volcamiento total y unitario hacia la política y hacia la lucha de masas plena.

Entonces, como un disco rayado que ya le hemos escuchado durante una década, el nuevo comandante del ejército colombiano Juan Pablo Rodríguez, desde el periódico de la familia Santos el Tiempo (17.08.2013) nos repite lo mismo que dijeron Padilla de León, Mantilla , Navas y el propio presidente Santos cuando era ministro de defensa de Uribe Vélez:: “La Paz es la victoria”(1) . Así. A secas.

Claro que la paz es la victoria, pero no del ejército colombiano y su guerra contrainsurgente de baja intensidad fracasada, como sus cúpulas dicen. Tampoco es victoria militar de las guerrillas. La paz es la victoria de la gente del común o Pueblo trabajador, quien mediante su movilización cada día más consiente, unitaria y masiva (este es el segundo elemento en jugo) está imponiéndole a la oligarquía Consular colombiana su consigna de Paz con Justicia Social y Soberanía, es decir una verdadera Solución Política al conflicto social armado, que JM Santos ayudado por el inquisidor Ordoñez, el Fiscal Montealegre y algunas Ong oficiales como las que ayudaron a redactar el Informe “Basta Ya”, están pretendiendo transformar en una Solución Jurídica, la que para más geoestrategia, quieren hacer depender de la justicia estadounidense.

Esperemos que se convenzan, después de analizar en clave geoestratégica el para agrario y popular que hoy 19 de agosto, se está llevando a cabo por toda la geografía colombiana.

 

Publicado en Argenpress

Link Original: http://www.argenpress.info/2013/08/israel-egipto-y-colombia.html

Leave a comment

Filed under América Latina

Alberto Mazor: ¿Europa o Micronesia?

Dentro de muy poco tiempo – bastante más corto del que ellos se imaginaban – los habitantes de los asentamientos judíos en los territorios militarmente ocupados de Cisjordania regresarán a la patria. En otras palabras, al lugar donde finalmente se sentirán en casa.

Será un país hecho según su visión. Un lugar donde la Halajá es la ley, los rabinos sus jueces y los policías sus sirvientes. Un Estado judío propio. Ya no necesitarán el disfraz de «redentores» de la tierra, de «renovadores» de la empresa sionista o de« guardianes» de las fronteras ante posibles amenazas invasoras. Ellos habrán de completar la conquista de Israel.

Por lo tanto, debemos ponernos de pie y quitarnos el sombrero ante esa minoría exiliada que reside en rocosas colinas y en «precarias» viviendas de 200 m2 subvencionadas por nuestros impuestos – mientras jóvenes de todo el país vuelven a manifiestase en las calles para poder alquilar departamentos a precios accesibles -, y que desde su lugar de exilio supo inclinar a todos los gobiernos de Israel desde 1973 a su voluntad, dándole su imagen, determinando sus leyes, sus presupuestos, su política exterior, y restringiendo fundamentalmente la capacidad de acción de sus ciudadanos con el alambre de púas de su fanatismo.

Las reacciones gubernamentales a la reciente decisión de la Unión Europea respecto a los asentamientos, demuestran que Israel sigue avanzando con paso firme hacia un Estado donde la minoría ejerce el control sobre la mayoría, requisito esencial para moverse al ritmo de un grupo dominante y poderoso. Un grupo cuyos miembros pretenden que sus delirantes valores sean considerados como ejes centrales. Un grupo encargado de darle a la nación entera la imagen de un nuevo becerro de oro al cual sirven como sacerdotes.

¿En qué otro país democrático del mundo una minoría del 5% sería capaz de determinar el estilo de vida de 8 millones de ciudadanos?

Los hechos decisivos que llevaron al establecimiento de su idea de Estado pueden rastrearse a lo largo de 40 años de pretextos y excusas. Algunos de ellos aún perviven arrinconados entre el polvo y el olvido, como esas huellas que guían la curiosidad de los arqueólogos políticos; otros aún están frescos y relucientes, tales como la ley del boicot, la ley de la Nakba, la ley de lealtad o el reciente proyecto ley de anexión de Cisjordania presentado al Parlamento, y ya se convirtieron en hábito y norma de conducta, como si a priori no existiera otra vida posible. ¿Qué pusieron en el agua que bebemos en los países de Oriente Medio en los últimos años? ¿También la democracia israelí se está convirtiendo en una «primavera pasajera»?

La mesiánica misión de los asentamientos supo camuflarse diestramente. «Sólo algunas horas más de oración en la Cueva de los Patriarcas», nos decían. «Sólo déjenos limpiar el sitio de la sinagoga en Hebrón; sólo un pequeño y acogedor barrio en Kiryat Arba; sólo un leve aumento en la población que incluya el crecimiento natural; sólo una carretera privada de acceso». Y así, como en un ejercicio militar, el «enemigo» – gobiernos, parlamentarios de centro-izquierda, movimientos por la paz – terminó comprando todos esos cuentos como si se trataran del verdadero plan.

En apariencia, lo único que le interesaba a su dirigencia era «solamente» aumentar su número de «colonos» y el tamaño del área destinada a ellos. Así fue como se las arreglaron para convencer a sus opositores, haciéndolos cautivos de esa creencia, de que la disputa era trivial y que la discusión giraba sólo en torno a la cantidad de viviendas. Porque mientras el eje del asunto fuera la construcción, nadie prestaría atención a la verdadera ocupación que estaban planeando: la conquista total del Estado de Israel.

Ahora ya no les importa quitarse el disfraz. Unas casas más o menos en Ofrá, Elón Moré o Kfar Tapuaj ya no son importantes. De cualquier forma se van a construir. Lo que interesa actualmente es hacer de esa «diáspora israelí» que reside dentro de los límites de la Línea Verde, la patria toda; liberar la nación de los arrogantes intrusos que aún permanecemos en ella. Israel con las fronteras de 1967 debe convertirse en «nuestro Estado satélite».

Hace muchos años atrás podíamos imaginar la respuesta de la gran mayoría de los israelíes si la diáspora judía hubiese pretendido decirle al Gobierno hebreo cómo actuar, qué política seguir y cuáles valores adoptar. Pero los judíos del mundo no se atrevían a inmiscuirse en tales asuntos. En cambio, sentían orgullo de los héroes encargados de la defensa del «único Estado netamente judío y democrático».

Desgraciadamente, los valores de ese Estado ya no se corresponden con los de aquel judaísmo; el sueño de sus pioneros dejó de ser su sueño. De modo que la vieja diáspora judía dio paso a otra nueva: militar y despótica, la que dicta desde no muy lejos, apenas unos pocos kilómetros, pero desde el fondo del abismo, el nuevo orden de prioridades del Estado de Israel.

Esos son los valores que se importan a Israel desde los territorios ocupados, quienes considerados ilegales por toda la comunidad Internacional, reciben el amparo de nuevas leyes. Porque en los asentamientos no importan las resoluciones de la Unión Europea o las del Gobierno de EE.UU, ni siquiera las del Ejecutivo israelí – cualquiera sea – o las de la Corte Suprema hebrea. Tampoco cualquier ley de fidelidad tiene allí relevancia. Somos nosotros, siete millones y medio de ciudadanos israelíes, quienes estamos obligados a jurar lealtad a sus habitantes y no al revés.

En Israel, en estos días, se está respondiendo al verdadero interrogante de los habitantes de los asentamientos: ¿Europa o Micronesia? Y, si es necesario, suicidarse también por su causa.

Tishá be’Av – que conmemoramos ayer – nos recuerda que no sería la primera vez, y que conviene aprender del resultado de las anteriores.

 

Publicado en Israel en Linea

Link original: http://www.israelenlinea.com/magazine-de-semana/articulos/editorial/1689-ipatria-o-muerte.html

Leave a comment

Filed under Blogroll

Kasey Edwards: Cómo transmitir el odio al cuerpo

Querida Mamá,

Tenía siete años cuando descubrí que eras gorda, fea y horrible. Hasta ese momento había pensado que eras preciosa -en todos los sentidos-. Recuerdo ojear viejos álbumes de fotos y ver imágenes tuyas en la cubierta de un barco. Tu bañador blanco y sin tirantas parecía tan glamouroso como el de una estrella de cine. Cada vez que tenía la oportunidad sacaba ese bañador oculto en tu cajón de abajo e imaginaba un tiempo en el que yo sería lo suficientemente mayor para llevarlo; en el que sería como tú.

Pero todo eso cambió cuando, una noche, estábamos arregladas para ir a una fiesta y me dijiste: “Mírate, tan delgada, guapa y encantadora. Y mírame a mí, vieja, gorda y horrible.“

Al principio no entendí lo que querías decir.

“No estás gorda”, dije seria e inocentemente, y tú contestaste: “Sí lo estoy, cariño. Siempre he estado gorda; incluso cuando era una niña.”

En los días que siguieron, tuve unas cuantas revelaciones dolorosas que han determinado mi vida.Aprendí que:

1. Debes estar gorda, porque las madres no mienten.
2. Ser gorda es ser fea y horrible.
3. Cuando crezca seré como tú, así que seré gorda, fea y horrible también.

Años más tarde recordé esta conversación y las centenares que la siguieron, y te maldije por sentirte tan poco atractiva, insegura e infravalorada. Porque, como mi primer y más importante modelo de conducta, me enseñaste a pensar lo mismo sobre mí misma.

Con cada mirada a tu reflejo en el espejo, cada nueva dieta milagrosa que iba a cambiar tu vida y cada culpable cucharada de “Oh, en realidad no debería, pero…”, aprendí que las mujeres deben estar delgadas para ser válidas y valoradas. Las chicas deben prescindir de ciertos placeres porque su mayor contribución al mundo es su belleza física.
Como tú, he pasado toda mi vida sintiéndome gorda. ¿Cuándo se convirtió “gorda” en un sentimiento, de todos modos? Y porque creía que estaba gorda, sabía que yo no estaba bien.

Pero ahora que soy mayor y madre, sé que culparte a ti por el odio a mi cuerpo es inútil e injusto. Ahora entiendo que tú también eres producto de un largo y rico linaje de mujeres que fueron educadas para odiarse a sí mismas.

Mira el ejemplo que la abuela fue para ti. A pesar de ser lo que podrías describir como una mujer chic víctima del hambre, hizo dieta cada día de su vida hasta que murió a los 79 años. Solía ponerse maquillaje para salir al buzón, por miedo de que alguien pudiese ver su cara desnuda.

Recuerdo su “compasiva” respuesta cuando anunciaste que Papá te había dejado por otra mujer. Su primer comentario fue: “No entiendo por qué habría de dejarte. Te cuidas, llevas pintalabios. Tienes sobrepeso, pero no mucho.”

Antes de que Papá se fuera, él tampoco te alivió por el tormento de la apariencia de tu cuerpo.

“Dios, Jan”, escuché por casualidad que te decía. “No es tan difícil. La energía que entra frente a la energía que sale. Si quieres perder peso, simplemente tienes que comer menos”.

Esa noche en la cena observé cómo ponías en práctica el remedio para adelgazar “Energía dentro, Energía fuera: Dios, Jan, Simplemente Come Menos” de Papá. Serviste tallarines chinos para cenar (¿recuerdas cómo en los suburbios australianos de los años ochenta una mezcla de carne picada, repollo y salsa de soja se consideraba la cumbre de la alta cocina?). La comida de todo el mundo estaba en un plato grande excepto la tuya. Tú te serviste tus tallarines chinos en un diminuto plato de postre.

Cuando te sentaste delante de esa patética cucharada de carne picada, unas lágrimas silenciosas resbalaron por tu cara. No dije nada. Ni siquiera cuando tus hombros comenzaron a agitarse de angustia. Todos nos comimos la cena en silencio. Nadie te reconfortó. Nadie te dijo que te dejaras de ridiculeces y que cogieras un plato en condiciones. Nadie te dijo que ya eras querida y lo suficientemente buena. Tus logros y tu valía -como profesora de niños con necesidades especiales y como dedicada madre de tres hijos- palidecieron insignificantes comparados con los centímetros que no podías perder de la cintura.

Me rompió el corazón presenciar tu desesperación y siento no haber salido en tu defensa. Ya había aprendido que era tu culpa que fueras gorda. Incluso había oído a Papá describir el perder peso como un proceso “simple” – pero al que tú no te podías enfrentar.  La lección: no te merecías la comida y ciertamente no te merecías ninguna compasión.

Pero estaba equivocada, Mamá. Ahora entiendo lo que es crecer en una sociedad que le dice a las mujeres que su belleza es lo más importante y que al mismo tiempo define un estándar de belleza que  está completamente fuera de nuestro alcance. También conozco el dolor de interiorizar estos mensajes. Nos hemos convertido en nuestras propias carceleras y nos infligimos nuestros propios castigos por fracasar dando la talla. Nadie es tan cruel con nosotras como nosotras mismas.

Pero esta locura tiene que terminar, Mamá. Termina para ti, termina para mí y termina ahora. Nos merecemos algo mejor –mejor que arruinar nuestros días con malos pensamientos sobre nuestro cuerpo, deseando ser de otra manera.

Y ya no es sólo sobre ti y sobre mí. Es también sobre Violet. Tu nieta sólo tiene tres años y no quiero que el odio hacia su cuerpo eche raíces dentro de ella y estrangule su felicidad, su confianza y su potencial. No quiero que Violet crea que su belleza es su valor más importante; que definirá su mérito en el mundo. Cuando Violet nos mira, aprende cómo ser una mujer y necesitamos ser los mejores modelos que podamos. Necesitamos enseñarle con nuestras palabras y nuestras acciones que las mujeres son lo bastante buenas tal y como son. Y para que nos crea, nos lo tenemos que creer nosotras.

Cuanto más mayores nos hacemos, más personas queridas perdemos por accidentes o enfermedades. Su fallecimiento siempre es trágico y demasiado temprano. A veces pienso en lo que esos amigos –y la gente que les quiere- darían por tener más tiempo en un cuerpo sano. Un cuerpo que les permitiera vivir un poco más. El tamaño de los muslos de ese cuerpo o las arrugas en su cara no importarían. Estaría vivo y, por lo tanto, sería perfecto.

Tu cuerpo es perfecto también. Te permite desarmar a una habitación entera con tu sonrisa y contagiar a cualquiera con tus carcajadas. Te da brazos para arropar a Violet y estrujarla hasta que se ríe. Cada momento que pasamos preocupándonos por nuestros “defectos” físicos es un momento desperdiciado, un preciado pedazo de vida que nunca volverá.

Permitámonos honrar y respetar nuestros cuerpos por lo que hacen en lugar de despreciarlos por su apariencia. Centrémonos en llevar una vida activa y saludable, dejemos a nuestro peso caer hasta donde deba, y enterremos nuestro odio al cuerpo en el pasado, adonde pertenece. Cuando miraba aquella foto tuya con el bañador blanco un montón de años atrás, mis inocentes ojos jóvenes veían la verdad. Veían amor incondicional, belleza y sabiduría. Veía a mi Mamá.

Con amor,

Kasey.

 

Autora: Kasey Edwards (@KaseyEdwards). Escritora y columnista.

Traducción: Mines y Eloísa.

Artículo originalmente publicado en: Essential mums

Link: http://www.proyecto-kahlo.com/2013/07/como-transmitir-el-odio-al-cuerpo/

Leave a comment

Filed under Blogroll

Marwan Bishara: When Egyptians are right and wrong

In Egypt, a country that is terribly polarised and dangerously tense, facts get in the way.

Each side claims their own truths and denies the legitimacy of others, dismissing them as fanatics or sell-outs. The Egyptian parties are busy demonising each other and in the process are turning the dream of better governance into a nightmare of horror and violence.

Charges and counter-charges of foreign interference and unacceptable methods can go a certain distance even if money, religion, coercion and manipulation have indeed been used. The engine of change in both‘uprisings’ has been peoples’ dissatisfaction with the status quo regardless of whether their expectations were realistic or idealistic.

However, now as the parties turn on each other, we can expect more of the same, and perhaps worse, escalation of tension in the coming days and weeks, unless those who’ve been wrong and insist on being right, behave modestly and wisely.

Disinformation

Since January 25, 2011, when the barriers of fear were torn down and people were empowered to express themselves freely, expressions of pent-up hate and incitement, devoid of any scruples or ethics, have also found their way into the public arena in these uncertain times.

Nowadays, countless rumours, baseless innuendos and propaganda masquerade as news in and outside of Egypt. Almost all developments are being approached, framed and presented according to narrow political and ideological beliefs. That’s not to say that neutrality is realistic or even a necessary condition for clear-headed reflection. But objectivity in terms of presenting the verifiable facts regardless of their consequences, has also been absent from the present discourse in, and frequently about, Egypt.

The demonisation is perhaps the worst part of it all, considering that sooner or later Egyptians from all walks of life and of every generation will need to live in proximity, peace and harmony.

Each camp is retrenching within an imaginative sense of righteousness; each side, including the military, claiming to defend the revolution, always their revolution.

Worse, the old regime’s vocal journalists and media outlets are further confusing the situation by claiming that the June 30 uprising will correct the mistakes of the January 25 revolution in order to return to the days of the Mubarak era.

The Brotherhood’s failures

It’s a verifiable fact that the Muslim Brotherhood didn’t start the revolution, yet became an instrumental and powerful component of the popular uprising against the Mubarak regime.

The Brotherhood, like the other factions of the revolution, rushed toward elections without arriving at a consensus regarding the enshrinement of the revolution’s goals in the state and its constitution. This rendered every idea that could have united the groups as partners, a point of contention in their political battles for power.

And it’s also a fact that the older and better-organised Islamist groups went to win elections, fair and square, against a divided “opposition”. But they could have been able to take on the remnants of the old regime in the bureaucracy, security and the military or so-called “deep state” by adopting an inclusive approach towards the opposition to create a truly, unified national governance.

They did try to appease the military, such as in November 2011 when they showed uncanny indifference to the repression and violence inflicted on the street demonstrators around Tahrir Square and Mohamed Mahmoud Street at the hand of the security forces – which led to the deaths of 40 people, some of whom were shot in the eyes.

And they didn’t show the necessary political maturity, to say nothing of the revolutionary zeal, of supporting a truly inclusive political and constitutional process. Instead, they insisted on imposing a narrow vision on the new Egypt.

The opposition is more of the same

If the January 25 revolution was motivated by the rejection of the Mubarak regime and hopes for a better, free and more prosperous life, the June 30 uprising was driven by a rejection of “Brotherhood rule” and what is perceived as their attempt at hijacking the revolution and imposing their Islamist agenda.

Well, with one important verifiable distinction: the earlier President was a dictator who won ceremonial elections while the latter one did win a free election.

The opposition’s impatience with Morsi, while understandable considering all of the above mentioned factors, shouldn’t have led them into partnership with the generals, informal and temporary as it may be.Their popular movement was putting considerable pressure on the government, and if it had persisted and evolved into nationwide civil disobedience, it could have led to the fall of the government.

Instead, they chose the shorter and perhaps the more expedient way to unseat an elected president: by force. And they remain rather conspicuously quiet as  (former) President Morsi remains in the military’s custody. It’s even stranger that they expect that the Muslim Brotherhood would accept the calls for talks and join a national reconciliation process while president Morsi remains under arrest.

The banality of force

The generals are not innocent in all of this. They look at political issues and see only security problems.

Yes, the Egyptian military proved that at the time of the January 25 uprising it belonged to the state – not the regime – when it sided with the people. The military made the right decision and was celebrated for it.

This time around, however, it sided with one party over another in a rather swift and eerie manner.

Warning against chaos might’ve been justifiable. That defense minister Abdel Fattah al-Sisi urged for reconciliation only a week before threatening the president with a 48-hour ultimatum, after which the military moved in, doesn’t bode well for the future of democracy. The generals were correct to warn against a total breakdown. But defense minister Sisi doesn’t seem to see any irony in telling his officers in a speech that he, a general, was merely a go-between relaying “the peoples” will to an elected President.

While Sisi justifies the rush to interfere on the need to avoid instability and violence, his coup resulted in the very escalation they presumably hoped to avoid – with potentially more to come, alas.

Despite his insistence that he didn’t betray the president, it’s more likely that what appeared to be the hasty unseating of president Morsi, concealed a longer, more deliberate process of ridding the country of Islamist rule, a process that involved destabilising tactics like fuel shortages, etc.

The fact that the generals have not and perhaps do not want to directly take the reins of power doesn’t mean that they are not leading from behind. Indeed, Sisi’s latest speech on Wednesday, calling for nationwide rallies to allow greater military powers, affirms that he’s content to lead from and by the street.

Like all militaries in the world, the role of the Egyptian military is to defend the country and its sovereignty, not to promote democracy. As I emphasised in an earlier analysis, by its very pyramidic structure, a military is an authoritarian institution.

In Egypt, where the military commands vast networks of interests and special privileges, it’s not clear why it would restore the democratic process. The military is more likely to exploit the on-going chaos to maintain its power rather than speed up the restoration of democracy, unless, of course, it comes under great popular pressure.

It’s the responsibility of the country’s political parties that spearheaded the revolution to put their political differences aside to safeguard the revolution’s achievements and carry out its objectives. This requires political maturity and parties placing the revolution and the country’s interests above their own narrow party interests.

Easier said than done? Yes, perhaps. But there is no other way. Even if it takes years and many lives, Egyptians will still need to sit down and figure out their future together.

A new realism

The optimism about a transition to democracy has proved to be wishful thinking as Egyptians take the longer route towards achieving a common vision of the new Egypt – their second republic.

History might be on the side of those who oppose dictatorship and deposed a dictator in favour of “bread, freedom and social justice”.  But while time is of the essence, the future is not tied to an egg timer.

I wrote in The Invisible Arab, that this revolution isn’t a sprint affair. It’s more like a marathon, or indeed, a relay.

“Every surge of democratisation over the last century,” wrote historian Sheri Berman in Foreign Affairs, “ […] has been followed by an undertow, accompanied by widespread questioning of the viability and even desirability of democratic governance in the areas in question.”

The lesson from two centuries of transformation since the French revolution is that dictatorships can be imposed and deposed in far shorter time than it takes to arrive at a constitutional democracy.

One can only hope that instead of repeating the mistakes of their predecessors who took too long to effect positive change, Egyptians learn from the lessons of history.

 

 

Marwan Bishara is the senior political analyst at Al Jazeera.

Original link: http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2013/07/201372573729970475.html

Leave a comment

Filed under Blogroll

Gabriel García Márquez: El enigma de los dos Chávez

Carlos Andrés Pérez descendió al atardecer del avión que lo llevó de Davos, Suiza, y se sorprendió de ver en la plataforma al general Fernando Ochoa Antich, su ministro de Defensa. “¿Qué pasa?”, le preguntó intrigado. El ministro lo tranquilizó, con razones tan confiables, que el Presidente no fue al Palacio de Miraflores sino a la residencia presidencial de La Casona. Empezaba a dormirse cuando el mismo ministro de Defensa lo despertó por teléfono para informarle de un levantamientio militar en Maracay. Había entrado apenas en Miraflores cuando estallaron las primeras cargas de artillería.

Era el 4 de febrero de 1992. El coronel Hugo Chávez Frías, con su culto sacramental de las fechas históricas, comandaba el asalto desde su puesto de mando improvisado en el Museo Histórico de La Planicie. El Presidente comprendió entonces que su único recurso estaba en el apoyo popular, y se fue a los estudios de Venevisión para hablarle al país. Doce horas después el golpe militar estaba fracasado. Chávez se rindió, con la condición de que también a él le permitieran dirigirse al pueblo por la televisión. El joven coronel criollo, con la boina de paracaidista y su admirable facilidad de palabra, asumió la responsabilidad del movimiento. Pero su alocución fue un triunfo político. Cumplió dos años de cárcel hasta que fue amnistiado por el presidente Rafael Caldera. Sin embargo, muchos partidarios como no pocos enemigos han creído que el discurso de la derrota fue el primero de la campaña electoral que lo llevó a la presidencia de la República menos de nueve años después.
El presidente Hugo Chávez Frías me contaba esta historia en el avión de la Fuerza Aérea Venezolana que nos llevaba de La Habana a Caracas, hace dos semanas, a menos de quince días de su posesión como presidente constitucional de Venezuela por elección popular. Nos habíamos conocido tres días antes en La Habana, durante su reunión con los presidentes Castro y Pastrana, y lo primero que me impresionó fue el poder de su cuerpo de cemento armado. Tenía la cordialidad inmediata, y la gracia criolla de un venezolano puro. Ambos tratamos de vernos otra vez, pero no nos fue posible por culpa de ambos, así que nos fuimos juntos a Caracas para conversar de su vida y milagros en el avión.Fue una buena experiencia de reportero en reposo. A medida que me contaba su vida iba yo descubriendo una personalidad que no correspondía para nada con la imagen de déspota que teníamos formada a través de los medios. Era otro Chávez. ¿Cuál de los dos era el real?
El argumento duro en su contra durante la campaña había sido su pasado reciente de conspirador y golpista. Pero la historia de Venezuela ha digerido a más de cuatro. Empezando por Rómulo Betancourt, recordado con razón o sin ella como el padre de la democracia venezolana, que derribó a Isaías Medina Angarita, un antiguo militar demócrata que trataba de purgar a su país de los treintiséis años de Juan Vicente Gómez. A su sucesor, el novelista Rómulo Gallegos, lo derribó el general Marcos Pérez Jiménez, que se quedaría casi once años con todo el poder. Éste, a su vez, fue derribado por toda una generación de jóvenes demócratas que inauguró el período más largo de presidentes elegidos.
El golpe de febrero parece ser lo único que le ha salido mal al coronel Hugo Chávez Frías. Sin embargo, él lo ha visto por el lado positivo como un revés providencial. Es su manera de entender la buena suerte, o la inteligencia, o la intuición, o la astucia, o cualquiera cosa que sea el soplo mágico que ha regido sus actos desde que vino al mundo en Sabaneta, estado Barinas, el 28 de julio de 1954, bajo el signo del poder: Leo. Chávez, católico convencido, atribuye sus hados benéficos al escapulario de más de cien años que lleva desde niño, heredado de un bisabuelo materno, el coronel Pedro Pérez Delgado, que es uno de sus héroes tutelares.
Sus padres sobrevivían a duras penas con sueldos de maestros primarios, y él tuvo que ayudarlos desde los nueve años vendiendo dulces y frutas en una carretilla. A veces iba en burro a visitar a su abuela materna en Los Rastrojos, un pueblo vecino que les parecía una ciudad porque tenía una plantita eléctrica con dos horas de luz a prima noche, y una partera que lo recibió a él y a sus cuatro hermanos. Su madre quería que fuera cura, pero sólo llegó a monaguillo y tocaba las campanas con tanta gracia que todo el mundo lo reconocía por su repique. “Ese que toca es Hugo”, decían. Entre los libros de su madre encontró una enciclopedia providencial, cuyo primer capítulo lo sedujo de inmediato: Cómo triunfar en la vida.
Era en realidad un recetario de opciones, y él las intentó casi todas. Como pintor asombrado ante las láminas de Miguel Angel y David, se ganó el primer premio a los doce años en una exposición regional. Como músico se hizo indispensable en cumpleaños y serenatas con su maestría del cuatro y su buena voz. Como beisbolista llegó a ser un catcher de primera. La opción militar no estaba en la lista, ni a él se le habría ocurrido por su cuenta, hasta que le contaron que el mejor modo de llegar a las grandes ligas era ingresar en la academia militar de Barinas. Debió ser otro milagro del escapulario, porque aquel día empezaba el plan Andrés Bello, que permitía a los bachilleres de las escuelas militares ascender hasta el más alto nivel académico.
Estudiaba ciencias políticas, historia y marxismo al leninismo. Se apasionó por el estudio de la vida y la obra de Bolívar, su Leo mayor, cuyas proclamas aprendió de memoria. Pero su primer conflicto consciente con la política real fue la muerte de Allende en septiembre de 1973. Chávez no entendía. ¿Y por qué si los chilenos eligieron a Allende, ahora los militares chilenos van a darle un golpe? Poco después, el capitán de su compañía le asignó la tarea de vigilar a un hijo de José Vicente Rangel, a quien se creía comunista. “Fíjate las vueltas que da la vida”, me dice Chávez con una explosión de risa. “Ahora su papá es mi canciller”. Más irónico aún es que cuando se graduó recibió el sable de manos del presidente que veinte años después trataría de tumbar: Carlos Andrés Pérez.
“Además”, le dije, “usted estuvo a punto de matarlo”. “De ninguna manera”, protestó Chávez. “La idea era instalar una asamblea constituyente y volver a los cuarteles”. Desde el primer momento me había dado cuenta de que era un narrador natural. Un producto íntegro de la cultura popular venezolana, que es creativa y alborazada. Tiene un gran sentido del manejo del tiempo y una memoria con algo de sobrenatural, que le permite recitar de memoria poemas de Neruda o Whitman, y páginas enteras de Rómulo Gallegos.
Desde muy joven, por casualidad, descubrió que su bisabuelo no era un asesino de siete leguas, como decía su madre, sino un guerrero legendario de los tiempos de Juan Vicente Gómez. Fue tal el entusiasmo de Chávez, que decidió escribir un libro para purificar su memoria. Escudriñó archivos históricos y bibliotecas militares, y recorrió la región de pueblo en pueblo con un morral de historiador para reconstruir los itinerarios del bisabuelo por los testimonios de sus sobrevivientes. Desde entonces lo incorporó al altar de sus héroes y empezó a llevar el escapulario protector que había sido suyo.
Uno de aquellos días atravesó la frontera sin darse cuenta por el puente de Arauca, y el capitán colombiano que le registró el morral encontró motivos materiales para acusarlo de espía: llevaba una cámara fotográfica, una grabadora, papeles secretos, fotos de la región, un mapa militar con gráficos y dos pistolas de reglamento. Los documentos de identidad, como corresponde a un espía, podían ser falsos. La discusión se prolongó por varias horas en una oficina donde el único cuadro era un retrato de Bolívar a caballo. “Yo estaba ya casi rendido, -me dijo Chávez-, pues mientras más le explicaba menos me entendía”. Hasta que se le ocurrió la frase salvadora: “Mire mi capitán lo que es la vida: hace apenas un siglo éramos un mismo ejército, y ése que nos está mirando desde el cuadro era el jefe de nosotros dos. ¿Cómo puedo ser un espía?”. El capitán, conmovido, empezó a hablar maravillas de la Gran Colombia, y los dos terminaron esa noche bebiendo cerveza de ambos países en una cantina de Arauca. A la mañana siguiente, con un dolor de cabeza compartido, el capitán le devolvió a Chávez sus enseres de historiador y lo despidió con un abrazo en la mitad del puente internacional.
“De esa época me vino la idea concreta de que algo andaba mal en Venezuela”, dice Chávez. Lo habían designado en Oriente como comandante de un pelotón de trece soldados y un equipo de comunicaciones para liquidar los últimos reductos guerrilleros. Una noche de grandes lluvias le pidió refugio en el campamento un coronel de inteligencia con una patrulla de soldados y unos supuestos guerrilleros acabados de capturar, verdosos y en los puros huesos. Como a las diez de la noche, cuando Chávez empezaba a dormirse, oyó en el cuarto contiguo unos gritos desgarradores. “Era que los soldados estaban golpeando a los presos con bates de béisbol envueltos en trapos para que no les quedaran marcas”, contó Chávez. Indignado, le exigió al coronel que le entregara los presos o se fuera de allí, pues no podía aceptar que torturara a nadie en su comando. “Al día siguiente me amenazaron con un juicio militar por desobediencia, -contó Chávez- pero sólo me mantuvieron por un tiempo en observación”.
Pocos días después tuvo otra experiencia que rebasó las anteriores. Estaba comprando carne para su tropa cuando un helicóptero militar aterrizó en el patio del cuartel con un cargamento de soldados mal heridos en una emboscada guerrillera. Chávez cargó en brazos a un soldado que tenía varios balazos en el cuerpo. “No me deje morir, mi teniente”… le dijo aterrorizado. Apenas alcanzó a meterlo dentro de un carro. Otros siete murieron. Esa noche, desvelado en la hamaca, Chávez se preguntaba: “¿Para qué estoy yo aquí? Por un lado campesinos vestidos de militares torturaban a campesinos guerrilleros, y por el otro lado campesinos guerrilleros mataban a campesinos vestidos de verde. A estas alturas, cuando la guerra había terminado, ya no tenía sentido disparar un tiro contra nadie”. Y concluyó en el avión que nos llevaba a Caracas: “Ahí caí en mi primer conflicto existencial”.
Al día siguiente despertó convencido de que su destino era fundar un movimiento. Y lo hizo a los veintitrés años, con un nombre evidente: Ejército bolivariano del pueblo de Venezuela. Sus miembros fundadores: cinco soldados y él, con su grado de subteniente. “¿Con qué finalidad?” le pregunté. Muy sencillo, dijo él: “con la finalidad de prepararnos por si pasa algo”. Un año después, ya como oficial paracaidista en un batallón blindado de Maracay, empezó a conspirar en grande. Pero me aclaró que usaba la palabra conspiración sólo en su sentido figurado de convocar voluntades para una tarea común.
Esa era la situación el 17 de diciembre de 1982 cuando ocurrió un episodio inesperado que Chávez considera decisivo en su vida. Era ya capitán en el segundo regimiento de paracaidistas, y ayudante de oficial de inteligencia. Cuando menos lo esperaba, el comandante del regimiento, Ángel Manrique, lo comisionó para pronunciar un discurso ante mil doscientos hombres entre oficiales y tropa.
A la una de la tarde, reunido ya el batallón en el patio de fútbol, el maestro de ceremonias lo anunció. “¿Y el discurso?”, le preguntó el comandante del regimiento al verlo subir a la tribuna sin papel. “Yo no tengo discurso escrito”, le dijo Chávez. Y empezó a improvisar. Fue un discurso breve, inspirado en Bolívar y Martí, pero con una cosecha personal sobre la situación de presión e injusticia de América Latina transcurridos doscientos años de su independencia. Los oficiales, los suyos y los que no lo eran, lo oyeron impasibles. Entre ellos los capitanes Felipe Acosta Carle y Jesús Urdaneta Hernández, simpatizantes de su movimiento. El comandante de la guarnición, muy disgustado, lo recibió con un reproche para ser oído por todos:
“Chávez, usted parece un político”. “Entendido”, le replicó Chávez.
Felipe Acosta, que medía dos metros y no habían logrado someterlo diez contendores, se paró de frente al comandante, y le dijo: “Usted está equivocado, mi comandante. Chávez no es ningún político. Es un capitán de los de ahora, y cuando ustedes oyen lo que él dijo en su discurso se mean en los pantalones”.Entonces el coronel Manrique puso firmes a la tropa, y dijo: “Quiero que sepan que lo dicho por el capitán Chávez estaba autorizado por mí. Yo le di la orden de que dijera ese discurso, y todo lo que dijo, aunque no lo trajo escrito, me lo había contado ayer”. Hizo una pausa efectista, y concluyó con una orden terminante: “¡Que eso no salga de aquí!”.
Al final del acto, Chávez se fue a trotar con los capitanes Felipe Acosta y Jesús Urdaneta hacia el Samán del Guere, a diez kilómetros de distancia, y allí repitieron el juramento solemne de Simón Bolívar en el monte Aventino. “Al final, claro, le hice un cambio”, me dijo Chávez. En lugar de “cuando hayamos roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”, dijeron: “Hasta que no rompamos las cadenas que nos oprimen y oprimen al pueblo por voluntad de los poderosos”.
Desde entonces, todos los oficiales que se incorporaban al movimiento secreto tenían que hacer ese juramento. La última vez fue durante la campaña electoral ante cien mil personas. Durante años hicieron congresos clandestinos cada vez más numerosos, con representantes militares de todo el país. “Durante dos días hacíamos reuniones en lugares escondidos, estudiando la situación del país, haciendo análisis, contactos con grupos civiles, amigos. “En diez años -me dijo Chávez- llegamos a hacer cinco congresos sin ser descubiertos”.
A estas alturas del diálogo, el Presidente rió con malicia, y reveló con una sonrisa de malicia: “Bueno, siempre hemos dicho que los primeros éramos tres. Pero ya podemos decir que en realidad había un cuarto hombre, cuya identidad ocultamos siempre para protegerlo, pues no fue descubierto el 4 de febrero y quedó activo en el Ejército y alcanzó el grado de coronel. Pero estamos en 1999 y ya podemos revelar que ese cuarto hombre está aquí con nosotros en este avión”. Señaló con el índice al cuarto hombre en un sillón apartado, y dijo: “¡El coronel Badull!”.
De acuerdo con la idea que el comandante Chávez tiene de su vida, el acontecimiento culminante fue El Caracazo, la sublevación popular que devastó a Caracas. Solía repetir: “Napoleón dijo que una batalla se decide en un segundo de inspiración del estratega”. A partir de ese pensamiento, Chávez desarrolló tres conceptos: uno, la hora histórica. El otro, el minuto estratégico. Y por fin, el segundo táctico. “Estábamos inquietos porque no queríamos irnos del Ejército”, decía Chávez. “Habíamos formado un movimiento, pero no teníamos claro para qué”. Sin embargo, el drama tremendo fue que lo que iba a ocurrir ocurrió y no estaban preparados. “Es decir -concluyó Chávez- que nos sorprendió el minuto estratégico”.
Se refería, desde luego, a la asonada popular del 27 de febrero de 1989: El Caracazo. Uno de los más sorprendidos fue él mismo. Carlos Andrés Pérez acababa de asumir la presidencia con una votación caudalosa y era inconcebible que en veinte días sucediera algo tan grave. “Yo iba a la universidad a un postgrado, la noche del 27, y entro en el fuerte Tiuna en busca de un amigo que me echara un poco de gasolina para llegar a la casa”, me contó Chávez minutos antes de aterrizar en Caracas. “Entonces veo que están sacando las tropas, y le pregunto a un coronel: ¿Para dónde van todos esos soldados? Porque que sacaban los de Logística que no están entrenados para el combate, ni menos para el combate en localidades. Eran reclutas asustados por el mismo fusil que llevaban. Así que le pregunto al coronel: ¿Para dónde va ese pocotón de gente? Y el coronel me dice: A la calle, a la calle. La orden que dieron fue esa: hay que parar la vaina como sea, y aquí vamos. Dios mío, ¿pero qué orden les dieron? Bueno Chávez, me contesta el coronel: la orden es que hay que parar esta vaina como sea. Y yo le digo: Pero mi coronel, usted se imagina lo que puede pasar. Y él me dice: Bueno, Chávez, es una orden y ya no hay nada qué hacer. Que sea lo que Dios quiera”.
Chávez dice que también él iba con mucha fiebre por un ataque de rubéola, y cuando encendió su carro vio un soldadito que venía corriendo con el casco caído, el fusil guindando y la munición desparramada. “Y entonces me paro y lo llamo”, dijo Chávez. “Y él se monta, todo nervioso, sudado, un muchachito de 18 años. Y yo le pregunto: Ajá, ¿y para dónde vas tú corriendo así? No, dijo él, es que me dejó el pelotón, y allí va mi teniente en el camión. Lléveme, mi mayor, lléveme. Y yo alcanzo el camión y le pregunto al que los lleva: ¿Para dónde van? Y él me dice: Yo no sé nada. Quién va a saber, imagínese”. Chávez toma aire y casi grita ahogándose en la angustia de aquella noche terrible: “Tú sabes, a los soldados tú los mandas para la calle, asustados, con un fusil, y quinientos cartuchos, y se los gastan todos. Barrían las calles a bala, barrían los cerros, los barrios populares. ¡Fue un desastre! Así fue: miles, y entre ellos Felipe Acosta”. “Y el instinto me dice que lo mandaron a matar”, dice Chávez. “Fue el minuto que esperábamos para actuar”. Dicho y hecho: desde aquel momento empezó a fraguarse el golpe que fracasó tres años después.
El avión aterrizó en Caracas a las tres de la mañana. Vi por la ventanilla la ciénaga de luces de aquella ciudad inolvidable donde viví tres años cruciales de Venezuela que lo fueron también para mi vida. El presidente se despidió con su abrazo caribe y una invitación implícita: “Nos vemos aquí el 2 de febrero”. Mientras se alejaba entre sus escoltas de militares condecorados y amigos de la primera hora, me estremeció la inspiración de que había viajado y conversado a gusto con dos hombres opuestos. Uno a quien la suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar a su país. Y el otro, un ilusionista, que podía pasar a la historia como un déspota más.
Publicado originalmente en la revista Cambio de Colombia en febrero de 1999

Leave a comment

Filed under América Latina, Blogroll

Pedro Salmerón Sanginés: Los buenos libros de historia

 Desde que inicié la serie Falsificadores de la historia, numerosos lectores deLa Jornadatuiteros y blogueros me han preguntado, palabras más palabras menos: Si los autores más vendidos mienten con ese descaro, ¿qué libros de historia podemos leer? He dado respuestas breves, pero creo llegado el momento de hacer un paréntesis en la denuncia de los falsarios, para presentar algunos libros honestos y bien fundamentados que nos permiten conocer nuestra historia, más allá de prejuicios o ideologías.

Me preguntarán, deberán preguntarme sobre la autoridad y los criterios con que seleccioné los libros a recomendar. Por lo tanto, compartiré la responsabilidad con un grupo de historiadores que, bajo la coordinación de Evelia Trejo y Álvaro Matute, hace 12 años discutimos y seleccionamos 30 libros de historia escritos por mexicanos en el siglo XX, en función de cuatro criterios: la solidez y originalidad de la investigación; la novedad de su interpretación, su correspondencia con los hechos investigados y confrontados (mensaje a los falsificadores: la interpretación se sustenta en la investigación, no en prejuicios ni en fantasías); su buena factura (que estén bien escritos, pues); y el impacto que han tenido en el público o en el gremio (Evelia Trejo y Álvaro Matute, editores, Escribir la Historia en el siglo XX, UNAM, 2005).

Al elegir estos criterios, dejamos fuera las síntesis generales (como la Breve historia de México, de Vasconcelos), los ensayos de interpretación (como El laberinto de la soledad, de Paz); los testimonios directos (como los 8,000 kilómetros en campaña, de Obregón); y por supuesto, las novelas o los libros de ideología. También dejamos fuera a los autores extranjeros y a los aún demasiado jóvenes en el momento del cambio de siglo.

En siguientes entregas hablaré sobre la subjetividad del conocimiento histórico y sobre la necesaria relación entre interpretación e investigación, por ahora, entremos en materia. Treinta libros de 30 autores. Las reuniones para seleccionarlos fueron arduas y enriquecedoras y, al final, el siglo XX se redujo al lapso 1932-1999, con lo que quedaron fuera autores anteriores como Bulnes y Rabasa, pero entraron dos que nos abren la ventana al positivismo y al tradicionalismo que dominaban la escritura de la historia en las primeras décadas del siglo: Andrés Molina Enríquez y Vito Alessio Robles. Del primero no seleccionamos la obra fundadora de la sociología mexicanaLos grandes problemas nacionales (1909), sino el Esbozo de… la revolución agraria (1932-1936); y del segundo, Coahuila y Texas en la época colonial(1938). Don Andrés aporta una cantidad de datos que deberían leer todos aquellos que siguen creyendo, sin fundamentar su prejuicio, que no había conflictos agrarios en el porfiriato. El segundo es un monumento de erudición sobre nuestra historia regional nordestina y las razones de la pérdida de Texas.

Más cercanos a nuestras formas de hacer historia son los libros publicados en los años 40: José C. Valadés, El porfirismo (1941-1948); Jesús Sotelo Inclán, Raíz y razón de Zapata; Leopoldo Zea, El positivismo en México (1943-1944); Silvio Zavala, Ensayos sobre la colonización española en América (1944); y Salvador Toscano, Arte precolombino (1944).

Desde la historia política uno, y el otro desde la historia de las ideas y el pensamiento, Valadés y Zea presentaron un panorama equilibrado y sorprendente de ese contradictorio periodo de nuestra historia al que da su nombre el general Díaz. No hay en estos libros ni el tirano sanguinario que querrían sus detractores, ni el preclaro estadista que sueñan sus apologistas, sino el hombre fuerte de un régimen sorprendente y complejo, que a 30 años de su caída podía ser, por fin, analizado con serenidad. Como espléndido contrapunto apareció al mismo tiempo el libro de Sotelo Inclán, cuya investigación saca a la luz las profundas raíces del zapatismo y los agravios de los pueblos contra las injusticias de la modernización porfiriana, en un libro en que la solidez de los datos y la poesía de la pluma van de la mano con una explicación de largo aliento.

También resultan complementarios los libros de Toscano y Zavala, que reivindican nuestras dos raíces principales, desde una historia del arte que nacía y desde la historia de las instituciones, fuertemente influenciada por la Nueva historia francesa. Zavala pertenecía ya a una generación de historiadores interesados en la explicación del pasado para comprender el presente, de la que hablaremos en la próxima entrega.

—–

En mi anterior artículo iniciamos la presentación de 30 libros de historia ejemplares por la investigación en que se sustentan, su buena factura y sus aportes a la comprensión del pasado y el presente de México, con base en el libro coordinado por Evelia Trejo y Álvaro Matute Escribir la historia en el siglo XX. Continuamos hoy con autores que pretendían comprender el pasado para explicar el presente y, por lo tanto, se abstenían de juzgar la historia con criterios del presente (he ahí otros criterios para distinguir un buen libro de un panfleto ideológico). Una generación de profesionales que introdujeron nuevos temas y metodologías.

Empecemos con Justino Fernández, quien en 1952 publicó Coatlicue y en 1954Arte moderno y contemporáneo de México. Si Coatlicue es un manifiesto estético que abre los ojos a la relatividad (historicidad) de la idea de belleza, en la segunda obra muestra cómo se inauguró en México la historia del arte a partir de la discusión de ideas como estilo, personalidad y sentido, que hacen de la producción artística un espejo de la idea que de sí misma tiene una nación, una forma de entender la realidad y de situarse frente a ella. Otro fundador de escuela fue José Miranda, que en Las ideas y las instituciones políticas mexicanas, 1521-1820 (1952), relacionó las instituciones económicas y políticas con las ideas europeas trasplantadas a la Nueva España, mostrando cómo el mundo de las ideas se desprende de la realidad cotidiana. Su trabajo fue punto de partida para muchos historiadores y, aunque poco conocido fuera de la academia, es fundamental para entender los tres siglos de la dominación española.

De un impacto más evidente fue la revolución que en los estudios del pasado indígena significaron la Historia de la literatura náhuatl (1953-1954), de Ángel María Garibay, y La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes (1956), de Miguel León-Portilla. Hasta entonces sólo un puñado de eruditos conocían la poesía indígena y un puñado de arqueólogos estudiaban nuestro pasado prehispánico. Estos libros pusieron al alcance del gran público la poética, la épica, la dramática náhuatl y la interpretación de su significado. En buena medida gracias a ellos, los estudios del pasado indígena dejaron de ser una curiosidad para convertirse en una necesidad nacional. Entre el puñado de arqueólogos e historiadores contemporáneos del padre Garibay destaca Alfonso Caso, de quien se seleccionó su obra póstuma, Reyes y reinos de la mixteca (1977, completada y publicada por Ignacio Bernal), libro resultante de décadas de trabajo con los códices mixtecos y muchas otras fuentes, para presentar apenas un esbozo inicial, pero abarcador y comprensivo, de la historia mixteca.

En los albores de la profesionalización de los estudios históricos y filosóficos, se impulsaron obras colectivas de enorme aliento: en el primer terreno, el Grupo Hiperión se propuso la titánica tarea de elucidar el ser del mexicano; en el segundo, un equipo coordinado por Daniel Cosío Villegas presentó la más ambiciosa obra colectiva, totalizadora, sobre un periodo completo de nuestra historia. El historiador del Grupo Hiperión Luis Villoro propuso en El proceso ideológico de la revolución de Independencia (1953, con otro título) caminos desacostumbrados para entender a los actores sociales colectivos, en el momento en que algunos hombres y mujeres decidían inventar este país. A su vez, dentro de la colectiva y monumental Historia moderna de México (1955-1972), los tres tomos escritos por Cosío Villegas sobre la vida política de 1867 a 1911, constituyen un ejemplo de investigación exhaustiva e interpretación original y rigurosa. Ahora bien, si al lector le asustan las 3 mil páginas de don Daniel, puede optar por las Llamadas, pequeño volumen publicado por separado en el que puede tenerse una idea general de las aportaciones de la obra completa.

Cerremos este artículo con El liberalismo mexicano (1957), de Jesús Reyes Heroles, en el que un político (del que se dice que pudo ser presidente, pero no quiso) busca con rara honestidad y singular erudición el sustento ideológico de su actuación pública.

El rigor y la honestidad en el manejo y la confrontación de las fuentes, la exhaustividad de investigaciones de muchos años y la riqueza y novedad de la interpretación son elementos comunes a estos libros, verdaderos modelos del trabajo de los historiadores dignos de ese título.

—–

Los buenos libros de historia

Pedro Salmerón Sanginés*/III
P

ara muchos de sus lectores, Edmundo O’Gorman fue el mayor historiador mexicano del siglo XX, y no podía faltar en esta lista de 30 libros ejemplares su obra más significativa, La invención de América (1958), donde refuta la idea de descubrimiento o encuentro de dos mundos, para mostrar cómo aparece en la conciencia occidental la idea de una cuarta parte del mundo. Más allá de mostrar cómo cambia la idea del mundo en Occidente, nos hace ver cómo se construye el ser de este nuevo mundo. Muchos de los peores mitos sobre el mexicano desaparecerían si todos pudiéramos leer esta obra.

Luis González y González ya era un historiador muy reconocido cuando decidió tomarse un año sabático en su pueblo natal, San José de Gracia, Michoacán, y escribir una historia universal de ese rincón del país. Universal, en efecto: la microhistoria introducida por don Luis entiende que en lo pequeño está la cifra de lo grande, que vistas desde abajo, las transformaciones sociales, culturales y políticas adquieren otros tonos y otros ritmos. Magníficamente escrita, Pueblo en vilo (1968) es una obra maestra que nos recuerda que historiar también es conversar y conservar.

Precios del maíz y crisis agrícolas en México (1708-1810), de Enrique Florescano, se inicia mostrando con singular transparencia cómo debe proceder un historiador con respecto al análisis y la crítica de fuentes (ningún aspirante a historiador debería prescindir de su lectura), para luego, con base en esas fuentes, mostrar la pobreza de los habitantes de la Nueva España y la fragilidad de una economía atada a un solo producto en su comercio exterior (la plata) y a un solo producto para su supervivencia (el maíz). El incremento de los precios del maíz y las hambrunas recurrentes explican –entre otras cosas– el hartazgo, la ira acumulada de las multitudes que se sumaron al cura Hidalgo.

Casi al mismo tiempo se publicó Nacionalismo y educación en México, de Josefina Zoraida Vázquez, que explica cómo las políticas educativas del Estado fomentaron sentimientos de cohesión entre los habitantes del territorio mexicano, elementos de identidad que sentaron la base de la idea de nación y nacionalidad. De paso, muestra cosas importantísimas, como el hecho, que debería ser evidente, de lo endeble que eran los elementos de unidad e identidad en el México del siglo XIX, así como lo difícil que fue construirlos. También deja claro que la historia que se enseña a los niños no es eterna ni inocente y que depende de los propósitos de los gobernantes, así como de las discusiones de los historiadores. Es un libro que transforma nuestra idea de México.

Estos historiadores formaron parte de la Generación del Medio Siglo. Arnaldo Córdova pertenece ya a otra, contestataria y crítica, a la que da nombre el movimiento de 1968. Córdova buscó en la Revolución y en las ideas que durante ella se expresaron la naturaleza y los fundamentos ideológicos e históricos del Estado mexicano, alcanzándolo mediante un trabajo de interpretación agudo y riguroso. También explica cómo durante la convención zapatista y villista México conoció el debate de los problemas nacionales más auténticamente representativo, popular y democrático que jamás haya habido a lo largo de su historia, mostrando que esa era otra revolución, no la de los vencedores, lo que es una idea fundamental para entender nuestro pasado. El mismo año en que se publicó La ideología de la Revolución mexicana (1973), apareció La cristiada, de Jean Meyer, mexicano por naturalización que convirtió un tema hasta entonces reservado a la polémica y la diatriba en una parte ineludible de nuestro pasado: la guerra de parte del pueblo católico contra el Estado, a la que él puso el nombre de resonancias homéricas con que ahora se conoce el episodio.

Alfredo López Austin, maestro excepcional y hombre bueno y generoso, publicó en 1973 Hombre-dios. Religión y política en el mundo náhuatl, que es parte de un enorme esfuerzo por comprender la cosmovisión (es decir, la concepción del individuo y la comunidad, del tiempo y el espacio, de lo terrenal y lo sagrado, del devenir histórico) de los antiguos mexicanos. También es coautor –con Leonardo López Luján– de El pasado indígena (1996), que es la mejor puerta de entrada al universo histórico de los antiguos mexicanos, para los lectores no especializados.

—–

Nota: un grupo de historiadores ha empezado a analizar cotidianamente qué pasa hoy con la historia, en el blog: http://elpresentedelpasado.wordpress.com

Originalmente publicado en : La Jornada en tres partes

Parte 1: Link original http://www.jornada.unam.mx/2013/02/02/opinion/020a2pol

Parte2: Link original http://www.jornada.unam.mx/2013/02/15/politica/024a2pol

Parte3: Link original http://www.jornada.unam.mx/2013/02/23/opinion/020a1pol

Leave a comment

Filed under Education, Essay